Dark Knight Rises: Cansancio y exceso

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«Déjalo ahí, que te lo vas a poner poco».

The Dark Knight Rises – Dir: Christopher Nolan. EEUU, 2012. Título Español: El Caballero Oscuro Resurge

Aviso Importante: El presente artículo no es una reseña clásica, sino un desmenuzamiento detallado de la película. Se recomienda enérgicamente no leerlo si no se desean conocer detalles clave de la misma o del cómic «The Dark Knight returns», de Frank Miller.

Resulta difícil negar que The Dark Knight, la segunda película de Christopher Nolan dedicada al cruzado de la capa, fue un triunfo cinematográfico, lleno de hallazgos visuales y narrativos, si bien no carente de defectos. El siguiente trabajo de este director, Inception, tuvo un enorme éxito de taquilla, pero a mí me pareció una película fallida de principio a fin, muy confusa y con un pésimo ritmo narrativo. Me apuesto lo que sea a que sin los nombres de Di Caprio y Nolan al frente habría pasado casi desapercibida. Con estos antecedentes, The Dark Knight Rises, su tercera película sobre Batman, debía permitirnos juzgar si Nolan será uno de los nombres a tener en cuenta creativamente durante los próximos años (comercialmente ya es indiscutible un Top 3 de la industria). Desgraciadamente, la respuesta es no: Esta última entrega es con diferencia las más floja de las tres, y lo peor es que parece que el equipo creativo ni siquiera se molestó demasiado en intentarlo.

El guión de la película toma como base la novela gráfica The Dark Knight Returns, de Frank Miller, y la saga Kightfall, firmada por diversos autores, enlazando sus argumentos con la trama de las dos primeras películas de Nolan. Señalar que el primer título de la trilogía, Batman Begins, era una adaptación muy libre pero bastante correcta del cómic Batman: Year One, también de Frank Miller, por lo que Nolan tenía una excelente ocasión de rematar el trabajo adaptando dignamente Dark Knight Returns, en mi opinión el mejor cómic que se ha hecho sobre Batman. El problema es que ese álbum es una historia crepuscular, que muestra a un Bruce Wayne superando la cincuentena, retirado y un tanto abrumado por su labor inconclusa en Gotham City. Así, Nolan y su guionista habitual, el rutinario David S. Goyer, se encuentran con la papeleta de convertir al personaje de sus películas, que ni siquiera ha cumplido 30 años, en este hombre murciélago avejentado. El camino escogido es bastante chapucero, y el resultado es una mescolanza deslabazada que ni roza la excelencia del trabajo de Miller, como veremos en el siguiente mega-análisis.

PARTE 1. UN COMIENZO INVEROSÍMIL

Como recordará quien haya seguido la saga, la segunda película concluía con Batman herido y haciéndose responsable de los asesinatos cometidos por el desfigurado fiscal Harvey Dent, para así salvaguardar su simbólica figura. Al empezar Dark Knight Rises, han transcurrido ocho años en los que Bruce Wayne ha estado encerrado en su mansión, convertido en un ser asocial y amargado por la muerte de su amada Rachel Dawson, asesinada por el Joker. Tal es su desidia que ni siquiera se ha tratado su pierna herida, y ha pasado todo ese tiempo cojeando y ayudándose de un bastón. Resulta totalmente inverosímil que alguien tan curtido como Bruce Wayne se hunda de esa forma porque un allegado en la guerra contra el crímen, algo que otro es totalmente esperable, y que ha ocurrido varias veces en los cómics, por ejemplo con la muerte de Robin. Podría llegar a aceptarse que Wayne se retirara, ¿pero lo de la reclusión? ¿Un hombre aún veinteñaero y multimillonario dando vueltas ocho años por su casa porque han matado a su chica que no era ni su novia? ¿Y alguien tan cuidadoso con su físico, que ha pasado su vida entrenando duramente y ducho en varias artes marciales, dejando que se le pudra la pierna sin más? ¡¡Por favor!!

La poca credibilidad no se limita al carácter de los personajes, como prueba la misma escena de apertura: en un descampado de algún país remoto, unos agentes de la autoridad vestidos de paisano están subiendo a un avión a un científico que han detenido. Cuando van a despegar, llega una furgoneta con más policías y nuevos prisioneros encapuchados, que deben ser transportados también. Una vez en vuelo, el líder de los presos revela que están allí para llevarse al profesor, pese a estar detenidos y esposados, ante las burlas de sus captores. Cuando le arrancan la capucha al preso descubrimos que es Bane, el malísimo de la historia, y en ese momento arranca su elaborado plan: desde otro avión, unos compinches descienden colgados en sogas y proceden a cortar en dos la primera nave con unas sierras radiales. Los compinches matan a tiros todos los agentes, y descuelgan desde su avión un cadáver envuelto en una bolsa, conectando el brazo del cadáver al del profesor con un tubo de plástico y realizanzdo una transfusión sanguínea del vivo al muerto. Antes de evacuar el avión, Bane le dice a uno de los suyos que tiene que estrellarse con lo que queda del aparato «para no despertar sospechas», lo cual el aludido acepta con una sonrisa. Tras volver todos a su aeroplano usando las sogas, dejan que el primer aparato se estrelle espectacularmente en el suelo.

Bonito, ¿no? Más tarde descubriremos que el objeto del plan era hacer creer a los autoridades que el científico había muerto en la explosión del avión,. O sea que Nolan quiere hacernos creer que, teniendo una organización con personal y recursos casi ilimitados (la Liga de las sombras), si quieres secuestrar a un preso transportado en avión, lo «lógico» es hacer la operación en el aire, en lugar de matar a todos cuando el avión está aún en tierra, y luego, con todo el tiempo del mundo, dejar un cuerpo muerto que se confunda con el profesor. Por cierto, parece que en el universo Nolan lo único necesario para falsificar un cadáver es inyectarle un buen chorro de sangre. Ahora bien, si quieres dejar a un muerto de los tuyos «para despistar», ¡entonces no, ése tiene que ser de verdad! En fin.


Al final estos han dicho lo mismo que yo en 3 minutos.

PARTE 2. EL RETONNO DE BATMAN

Tras esta operacion, Bane se aposenta en Gotham, y el comisario Gordon tiene la desgracia de toparselo en su base de las cloacas, acabando gravemente herido en el hospital. En la Mansión Wayne, Bruce descubre a una empleada, Selina Kyle (alias Catwoman) tratando de desvalijar su caja fuerte, pero su principal objetivo no parece el dinero o las joyas, sino obtener las huellas dactilares del millonario. Este extraño robo, junto con el incidente de Gordon, hacen que Bruce despierte del letargo y vaya a examinarse en el hospital en el que está ingresado el comisario. Allí un médico le dice que, aparte de tener la pierna fastidiada, «apenas le queda cartílago en las rodillas». Vamos a ver: en Batman Begins Bruce Wayne debuta como superhéroe aproximadamente a los 25 años, y tras un año en activo (según se especifica al principio de la segunda película) el incidente con Harvey Dent le obliga a retirarse, tras lo cual se pasa ocho años haciendo el vago. ¡¿Cómo coño se puede perder el cartílago en un año escaso de andanzas superheroicas?! Lógicamente, lo primero que hace Bruce tras saber que está medio tullido es deslizarse varios pisos más abajo por la fachada del hospital con sus rodillas-sin-cartílago para visitar a su amigo Gordon, usando un sencillo equipo de descenso de montaña que traía camuflado. En cuando a la pierna, la solución es fácil: al volver a casa se pone una ligera prótesis metálica ceñida a la pantorrilla y no vuelve a darle problemas en toda la película. ¡¡Batman ha vuelto!!

Eso sí, tiene que andarse con ojo, porque hay alguien que conoce su identidad, como descubrimos en unadescacharrantes escena: un joven policía le visita en la mansión para hablarle del estado de Gordon, y sin más le suelta que sabe que es Batman. ¡¡Coño!! ¿Y cómo se ha enterado? Ojo a la explicación: resulta que el tipo es huérfano, y cuando era niño Bruce visitó su orfanato. En un momento dado, ambos estuvieron frente a frente, y el niño supo que el millonario era el vigilante enmascarado… «por la rabia de su mirada». ¡¡Tócate los cojones!! Mira que hay formas de que un niño descubra a Batman a poco que seas creativo, pero no… ¡lo descubre sólo con darle un vistazo! A esas alturas empieza a estar muy claro el escasísimo trabajo que se invirtió en el guión.

Entrentanto, Bane sigue con su plan maestro, y asalta la Bolsa de Gotham acompañado de un montón de hampones fuertemente armados. Tras liarla parda en el interior, un esbirro conecta un terminal portátil al sistema central y arranca un programa que tardará en ejecutarse en 8 minutos, apareciendo la cuenta atrás en la pantalla de un tablet transportado por los malos. A continuación, los asaltantes abandonan el edificio en unas motos que no tenían cuando entraron, pero ey, es una peli, y además de Nolan, ¡¡a quién le preocupa de dónde han salido!! La huida se produce a plena luz del día, con la policía pisándoles los talones, y al poco aparece Batman en su moto, incorporándose a la persecución. Lo curioso es que en ese momento ya es noche cerrada… ¡¡pero aún no ha concluido la cuenta de ocho minutos!! Así nos enteramos de que Gotham City es la ciudad del mundo en la que anochece más rápido. La huida concluye sin que Batman logre detener a Bane.

Poco después nos enteramos de lo que hacía el misterioso software: estaba diseñado para conectarse a la Bolsa con la identidad del mismísimo Wayne (gracias a las huellas robadas por Catwoman), realizar operaciones de alto riesgo y dejarlo en la ruina. La cosa estaba promovida por un traidor dentro de la empresa, para el que Bane teóricamente trabajaba, pero el mercenario pronto se deshará de él. A nadie parece extrañarle que las operaciones que han  arruinado a Wayne coincidieran con un alsato la Bolsa en el que unos maleantes conectaron un ordenador raro al sistema a la vista de todos, ni ningún juez las anula. Al menos Lucius, el personaje de Morgan Freeman, dice que «con el tiempo se demostrará que es un fraude». Es muy curioso que Bruce Wayne sea el único muchimillonario del mundo que no tenga fondos o bienes opacos en alguna parte para no verse en la penosa situación de estar sin coche y hasta con la luz cortada (¡¡en 24 horas!!). Pero bueno, qué sabrá Batman de llevar cosas en secreto, ¿verdad? Por suerte para el, una ricacha de muy buen ver se ofrece para consolarlo, e incluso se lo cepilla ese mismo día en la Mansión Wayne. Esta acaudalada dama, Miranda Tate, se había mostrado muy interesada en un reactor nuclear de Wayne Industries, y se ofrecerá a ocuparse de la empresa junto a Lucius en virtud de no sé qué arreglo legal.

Pero aunque Bruce no tenga pasta, ¡¡todavía es Batman!!, y guiado por Catwoman descubre el escondrijo de Bane. Por cierto, resulta que la máscara del villano no le suministra constamente una droga estimulante, como en los cómics, sino que es un respirador al estilo Darth Vader (que curiosamente funciona sin ningún tipo de bombona). Bane siente grandes dolores si deja de usarlo, por lo que básicamente es un inválido, pero también un guerrero casi invencible, raro cuando menos. En cualquier caso, por fin se produce el gran enfrentamiento, en el cual el gigantón pone fino a Batman, en una pelea de coreografía bastante anodina. Finalmente, Bane remata al héroe en un plano que emula con exactitud la célebre viñeta de la derrota de Knightfall, y para colmo de males los villanos descubren el hangar donde Bruce tiene escondidos todos sus Batvehículos. Gran drama.

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«Uso gadgets raros para dirigir. Show respect.»

PARTE 3. EL CABALLERO CAE, PERO POCO

O no tanto. Porque en Knightfall el bueno de Bruce Wayne se queda paralítico, o sea bien jodido. Pero al guionizar esta parte del film, Nolan o el estudio sabían que tenían que recuperar una inversión de 250 millones de dólares, y eso implicaba que la película de ningún modo podía ser no apta para menores de 13 (PG-13). Así pues, de parálisis nada, que eso da muy mal rollo, y Bruce sólo se queda muy fastidiado. A continuación, Bane se lo lleva a lo que califica como «la peor cárcel del mundo», en algún punto de Oriente Medio. Su objetivo, tras romperle el cuerpo, es «romperle el alma». Pero a decir verdad, para ser una cárcel tan horrible las condiciones son bastante laxas: no hay guardias, y los presos parecen llevarse bastante bien, sin fastidiarse entre ellos, apuñalarse y demás. Pero lo más llamativo del lugar es un túnel vertical con un enorme agujero en el techo, por el que cualquiera puede intentar trepar para escapar. Pero según Bane, como la escalada es imposible, esto sirve para tener a los presos a raya «dándoles una esperanza». Yo creo que sería más eficaz cerrar el agujero, sinceramente.

En cualquier caso, Bane ya está de vuelta en Gotham, concentrado en su Plan Maestro: tener la ciudad puteada durante varios meses y luego hacerle saltar por los aires. Eso sí, la cosa es intrincada de cojones: primero coge al científico ruso y, gracias a los datos que posee de Industrias Wayne, localiza el recinto del reactor nuclear ecológico, obligando al cerebrín a desmontarlo y programarlo para que explote al cabo de seis meses. Luego se va al estadio de la ciudad -donde está jugándose un partido de football- y lo toma en un periquite, no sin antes reventar el palco del alcalde. Entonces se dirige al público desde el césped y comunica que tiene una bomba «atónica», para después descerrajar un tiro en la cabeza al ruso, el único que podría desactivarla. Y como traca final (nunca mejor dicho), le da a un botoncito que hace detonar una serie de bombas colocadas estratégicamente a lo largo de la ciudad. Resulta que en ese momento toooda la policía de Gotham estaba metida en las cloacas buscando la guarida de la Liga de las Sombras, y las explosiones bloquean todas las salidas. Así, aunque que los agentes sobreviven, la ciudad está ahora sin fuerza policial (el mando que ordenó semejante operación era un genio, sin duda). En suma, casi todo el plan de Bane iba destinado a conseguir una bomba atómica. Quizá habría sido más sencillo robarla de cualquier arsenal, no sé.

Mientras tanto, en la «peor cárcel del mundo», a Bruce lo han puesto a compartir celda con un médico. Vale que más bien se trata de un curandero bastante bruto, pero no deja de ser un detalle de Bane, que teóricamente quería destruir a su enemigo por completo. La lesión del héroe es una vértebra desplazada, y el curandero procede a curarlo con su método patentado para estos casos: darle un hostión bien fuerte en la espalda. Aquí Nolan y Goyer ya prácticamente están faltando al respecto a toda la gente con dolencias lumbares, como las hernias, lesiones delicadísimas que tiene que operar un nerocirujano experto, lo que pese a todo no garantiza el éxito. Pero el mundo «ultrarealista» de Nolan la única operación necesaria es una buena hostia. Sé que algunos quiroprácticos aplican terapias de impacto, pero pensar que esto puede tratar una lesión como la de la película supera cualquier límite de credulidad. Tampoco pasemos por alto la «rehabilitación» propuesta por el médico: pasarse varias semanas (¿meses?) colgando con las manos atadas al techo de la celda. Miren, si algún lesionado de espalda se cura con semejante «terapias», en vez de quedarse lisiado para siempre, habrá que pensar en cerrar nuestros hospitales.

PARTE 4. GOTHAM SOJUZGADA

Ajeno a la recuperación del héroe, Bane disfruta de su reinado en Gotham, a la que ha aislado volando todos los puntes que la conectaban al continente. Porque en esta película nos enteramos de que Gotham es una península, concretamente la de Manhattan, ya que Nolan ni se preocupa en ocultar elementos urbanos tan reconocibles como el Empire State Buiding o una Freedom Tower a medio construir. Las dos películas anteriores se rodaron principalmente en Chicago, lo que permitía establecer la clásica identificación Gotham-Chicago, Metrópolis-Nueva York, pero ahora eso salta por los aires. Por cierto, ¿os acordáis del tren de la primera película, que cruzaba toda la ciudad y era el «proyecto de una vida» del abuelo de Bruce? No hay ni rastro de él (en el segundo film tampoco, en realidad). ¿El barrio marginal donde el Espantapájaros tenía su manicomio? Ninguna mención. Eso sí, no falta un nuevo cameo de Cyllan Murphy como el Espantapajaros (no hay que olvidar a los amiguetes). También me fastidia especialmente que al final de Batman Begins se sugiriera la construcción de la Batcueva y, tras no mencionarla en absoluto en la segunda parte, lo único que vemos en la tercera es un terminal computerizado y un armario con un traje de Batman. Siete años de espera para enseñar esa mierda de Batcueva al público, y los frikis encantados.

Soprendentemente, Bane se las apaña para mantener en marcha una ciudad de siete millones de habitantes sin que haya un caos absoluto, lo cual tiene bastante mérito, igual habría sido buen alcalde. No queda muy claro quién realiza servicios como recoger las basuras, distribuir alimentos y demás, pero bah, eso son detallitos. En el Dark Knight de Miller veíamos algo similar, con un líder pandillero que reunía a un gran contingente de macarras y sembraba la anarquía durante unas noches, pero el autor no prentendía hacer creer que semejante banda establecía una semblanza de gobierno sobre Gotham durante meses. Por cierto, vaya nenazas los del gobierno estadounidense en esta película, cediendo el control de la ciudad más importante del país a unos terroristas. Ah, pero claro, es que tienen una bomba atómica, que protegen con este método (atención): hay tres camiones custodiados por sendos tanques (batmóviles) circulando constantemente por la ciudad, pero sólo uno transporta la bomba, que además puede ser detonada por Bane en cualquier momento. Y por lo visto, a nadie del ejército se le ocurre dar ordenar a los cazas volar por los aires cualquier camión acompañado de un batmóvil.

Y en cualquier caso, el plan de Bane no tiene sentido: gobernar la ciudad seis meses… ¿para qué? ¡¡Si el objetivo final es volarla por los aires sí o sí!! ¿Quieren demostrar lo listos que son? ¿O dar tiempo a que alguien les desbarate el el plan? Vale, los malos cuentan no sé qué mierda de enseñar al mundo que los ricos deben ser gobernados por los pobres, muy profundo, muy comunista y tal, pero absolutamente endeble como motivación. De hecho, en esos meses a Bruce le da tiempo a curarse y a intentar trepar por el pozo. Y, jamás lo creeríais: ¡¡lo logra!! Al salir del agujero, encuentra una soga enorme atada a una estaca y se la lanza a los ade abajo. Tremenda seguridad de la «peor cárcel del mundo». A continuación, vestido con harapos y sin un céntimo en el bolsillo, Bruce logra volver a Gotham por medios no explicados; se ve que cuando eres un tío listo, cruzar el mundo y entrar en una ciudad cercada debe ser cosa fácil. Una vez en la ciudad se encuentra con Selina-Catwoman, a quien perdona por haberle llevado a la encerrona con Bane y además le regala un pendrive con el mítico programa «Tabula Rasa», capaz de borrar sus antecedentes. ¿Dónde lo tenía, en el PC de su casa?

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«Esto es absurdo, vamos a tomarnos unas birritas.»

PARTE 5. THE DARK KNIGHT RISAS

A esas alturas, la situación en la ciudad es crítica: Lucius y Miranda malviven en la sede de Wayne Industries, mientras pseudojuicios presididos por el Espantapájaros acaban con la ejecución de personajes prominentes. Por suerte, Batman ya está de vuelta, y el joven policía del principio tiene un plan para liberar a sus compañeros de las cloacas. Policías, por cierto, a quienes los hombres de Bane alimentan diligentemente todos los días; si cuando digo que tienen una organización cojonuda… Tras salvar a Lucius, Miranda y Gordon de una inminente ejecución, Batman prepara el asalto final: los policías liberados harán frente a los esbirros de Bane, y Bruce se enfrentará de nuevo al jefazo para darle una lección. Aquí llega uno de los momentos más surrealistas de la película: ya es llamativo que después de medio año viviendo, literalmente, en un agujero, a los policías les queden ganas de algo que no sea irse a su casa a iniciar una larga recuperación, pero la forma en que atacan a los malos es para morir de risa ahí mismo: formando un gran grupo de miles de efectivos, se lanzan a correr por una calle estrecha al encuentro de otros tantos villanos, pegando tiros y berreando, a lo Braveheart. Ni organización, ni estrategia, ni pollas.

Mientras, Batman (que en esta peliculita de 2 horas y 45 minutos lleva el traje menos de 20) ya está de nuevo frente a Bane, y esta vez no es apalizado, sino que le da una tunda. Se ve que eso de pasar varios meses en una celda infecta recuperándose de una lesión invalidante te pone en una forma cojonuda (¡ah, pero hacía flexiones, ojo!).  ¿La pierna lesionada? Estupenda , no problem. ¿La falta de cartílagos? Minucias. Además, consigue descacharrarle la máscara a Bane, dejándolo muy mermado. Pero entonces, alguien se le acerca por detrás y le mete una puñalada. ¿Quién ha sido? ¡¡Miranda, no puede ser!! ¿Por qué? Porque… (¡giro de guión!) es la hija de Ras Al Ghul! Ah, vale, odias a Bruce y querías vengarte. ¿Entonces por qué te acostaste con él y le ofreciste llevarle a cualquier lugar del mundo? ¿No habría sido mejor pegarle un tiro por la espalda? Quizá el plan era subirlo al avión, que Bane entrara en pleno vuelo y que lo matara.

De todos modos Batman consigue recuperarse e ir en busca de la bomba «atónica», que está a punto de concluir su cuenta atrás. Para ello usa el batplano, o «Bat» a secas, con el cual persigue el camion que contiene la bomba, conducido por la mismísima Miranda. Mientras, los polis han ganado la batalla ayudados por Catwoman montada en la Batmoto. Curiosamente, un misil lanzado por la moto sirve para reventar los batmóviles de los malos, que al no estar pilotados por Batman se vuelven cacharros mucho más vulnerables. Batman logra interceptar el camión de la bomba, pero apenas quedan unos segundos para la explosión. La única solución que se le ocurre es acoplar un cable al artefacto y llevárselo volando con el Bat, alejándolo lo más posible de la ciudad antes de la explosión. Esta escena nos brinda la penultima situación absurda del film: cuando cada segundo es absolutamente esencial, con millones de vidas en juego, Batman se da el lujo de darle un ultimo speech a su amigo Gordon, y no contento con eso se toma otros segundos extra para darle un muerdo a Catwoman. Entonces sí, ya puede despegar y adentrarse a toda mecha en el mar, hasta que por fin la bomba explota, canjeando su vida por la de los de Gotham.

La peli concluye como el cómic de Miller, con un funeral al que van cuatro gatos (¡sí que quería poca gente a Bruce!), tras el cual Robin descubre la Batcueva. ¿Robin? Sí, porque resulta que nuestro amigo el policía tiene de segundo nombre «Robin». ¡¡Oh, qué guay!! En realidad, no: mira, Nolan: si te da vergüenza meter a Robin en la peli no lo hagas (aunque Miller sí lo usaba en su historia, y muy inteligentemente), pero no nos des un puto sucedáneo que sólo conserva el nombre del personaje. Pero en fin, igual que en el cómic,Robin empezará a organizar un cuerpo de jóvenes luchadores que continuarán la labor del cruzado de la capa. La última escena del «flin» nos muestra a Alfred dándose una vuelta por Florencia, donde verá en una terraza a su querido amo Bruce -quien por supuesto ha sobrevivido- tomándose una copichuela tan campante con su novia Selina. Y es que eso de que el mundo te considere muerto no parece ningún impedimento para darte una vuelta por ahí a plena luz del día.

No quiero terminar este mega-reseña sin mencionar la música de Hans Zimmer, machacona y repetitiva a más no poder, lo cual acaba siendo un problema al cabo de casi tres horas. Del tema actoral no comento porque vi la película doblada, aunque ha habido repetidas quejas de que los diálogos de Tom Hardy (Bane) eran casi inentiligibles debidos a la máscara; otra pieza suelta en el film. Diré que, por algún motivo, Joseph Gordon-Levitt (el poli) me resulta cada vez más antipático, y el personaje de un avejentado Matthew Modine era más bien prescindible. Quien sale mejor parada del film es Anne Hathaway, cuya carrera ha recibido el impulso definitivo gracias a su sensual Catwoman. Acabando: Nolan puede ser ya un coloso de la industria y tener una aunténtica legión de groupies, pero esta película, pese a su brutal éxito en taquilla, tan sólo confirma sus limitaciones. La sensación general es de un film incoherente, deslabazado y excesivo, con medios casi ilimitados pero usados pésimamente. No deja de ser profundamente irónico que el clímax de esta faraónica obra beba directamente de la humilde y denostada versión de los 60. Sólo queda esperar que la influencia como productor de Nolan no arruine la nueva película de Supermán, personaje maravilloso que volverá al cine este 2013 bajo la dirección del más apto Zack Snyder.
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