Man of Steel. Miedo al color

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Man of Steel – EEUU, 2013 – Dir: Zack Snyder.
Título español: El hombre de acero.
Atención: Esta crítica incluye numerosas revelaciones sobre el argumento.

No tengo problema en decir que Man of Steel es la película que más he esperado no en meses, sino en muchos años, cosa lógica considerando mi fascinación por el personaje de Supermán (nombre que escribiré acentuado en todo el artículo, de acuerdo con su pronunciación española universal). Warner Brothers, decidida a reflotar una de sus franquicias más valiosas, tras el terrible fiasco que supuso el Superman Returns de Brian Synger, apostó por dos cineastas en mucha mejor forma, cada uno a su manera: Como productor, Chris Nolan, convertido actualmente en el rey absoluto de la industria junto con James Cameron, y como director el pujante Zack Snyder, quien se ha enfrentado a varias adaptaciones difíciles con notable vigor y sin renunciar a un sello propio.

Siento una profunda antipatía por Chris Nolan que nunca he ocultado: aunque no es un director incompetente, sus mundos apagados y su narrativa taciturna tienen mucho mejor encaje en pequeñas producciones de tono negro; cuando las ha trasladado a las grandes producciones, ha obtenido extraños híbridos de cuestionable calidad: Origen me parece un ladrillo confuso e infumable (una película de acción en la que los personajes deben explicar lo que pasa cada diez minutos), y su trilogía de Batman es demasiado irregular: aunque supuestamente está anclada al mundo real, finalmente sucumbe a los típicos absurdos comiqueros, sobre todo en la delirante tercera entrega. Tampoco me gustan los compañeros de viaje habituales de Nolan: por un lado, David S. Goyer, guionista que raramente está detrás de trabajos brillantes; y por otro, Hans Zimmer, creador de mecánicas fanfarrias al que parece que el conservatorio le dijeran: «ante todo, jamás cree emoción». Pero éste es el equipaje con el que tenía que cargar el director si quería ponerse al frente del proyecto.

Zack Snyder se ha especializado en la estética fantástico-comiquera, con un interesante bagaje hasta ahora: 300 y Watchmen son dos largos notables, e incluso la denostada Sucker Punch tenía sus méritos; quizá el principal era que con ella Snyder demostraba tener su propia voz y mundo visual. Darle las riendas de Man of Steel sin duda respondía al deseo de convertir a Supermán en un gran héroe de acción, toda vez que Superman Returns, aparte de ser una mala película, naufragaba totalmente en ese aspecto. Una vez terminada y estrenada la película ¿qué podemos decir del desempeño de Snyder ante este monumental desafío? Veámoslo.

El guión

Supermán es un mito, y como tal los elementos básicos de su historia siempre se mantienen en mayor o menor medida. No obstante, cada generación de narradores debe conseguir reformularlos para que tengan cierta frescura y lleguen a los nuevos públicos. Debo decir que casi todos los cambios introducidos en la mitología para esta película -por no decir todos- me parecen acertados y aficaces (y como parece que Goyer está detrás de varios de ellos, le reconozco el mérito). Krypton ya no es un mundo que asiste impasible a su destrucción, sino que se encuentra en guerra, y los sabios rectores no niegan que el final del planeta está cerca (principalmente porque han sido sus causantes), pero simplemente no saben cómo evitarlo. El General Zod también ha sido reescrito muy eficientemente: frente al estricto maniqueísmo de la versión de Donner (el poder por el poder), el General encarnado por Michael Shannon es un ultrapatriota y un caudillo con motivaciones extremas pero comprensibles. Su antagonismo con Jor El funciona muy bien y es uno de los pivotes de la película.

Respecto a la acción en la Tierra, el cambio más notable es lanzar por la borda todo el camuflaje de Clark Kent en Metrópolis y el Daily Planet, enviándolo en lugar de esto a un viaje iniciático por los EEUU. Esta decisión es muy inteligente, puesto que 75 años después del nacimiento del personaje, y con un público ultrainquisitivo, era casi imposible justificar el increíble despiste de Lois Lane, incapaz de reconocer a su compañero de redacción. El arco de Jonathan y Martha Kent se narra de una forma original, a través de flashbacks, que funcionan eficazmente. Lois Lane, intepretada con esperada solvencia por Amy Adams, es el personaje que menos cambios necesita: sigue siendo la misma mujer intrépida e inquisitiva de 1939, y con la misma tendencia a meterse en peligros mortales.

Pero la mayor innovación de Man of Steel, sin duda, es que se trata primordialmente de una historia de ciencia ficción. Si en otras versiones se asumía con naturalidad que viviera entre nosotros un visitante de otro mundo, esta vez se explora seriamente el shock que supondría para nosotros ese primer contacto extraterrestre: la desconfianza del gobierno, los intentos de aislar y controlar al alienígena. La Tierra es presentada como un planeta visitado hace miles de años por los kryptonianos, aunque lamentablemente no se da un origen común a ambas especies, la única razón que podría explicar que haya humanos casi idénticos en los dos planetas.  El gran hilo argumental, aparte de la historia del origen, es es la tentativa de invasión de los kryptonianos, que logra mantener el interés y sostiene buena parte de la película (casi todo el metraje está justificado, algo poco habitual hoy día). Es importante mencionar que muchas de las ideas del guión están tomadas de cómics producidos en los últimos 30 años, destacando la miniserie Superman: Birthright, de Mark Waid.

La estética

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Esos colores, simplemente, están mal.

Éste era el gran desafío de Man of Steel (aparte de ofrecer un guión sólido. Mucho se ha hablado sobre si era necesario modernizar el traje de Supermán, y, en caso afirmativo, qué líneas deberían seguirse para el rediseño. Prolijos debates se se han dedicado al célebre calzón rojo, que tiene ardientes defensores y furibundos detractores. La decisión final de los cineastas fue prescindir del calzón, y bien está. Comprendo que se enfrentan a un público mucho más cínico que el de hace unas décadas, dispuesto a tragar con muchas incoherencias argumentales pero no a ver algo que perciban como infantil (los Batman de Nolan son el paradigma de este método); y puede decirse que el traje de Man of Steel es bastante bueno y equilibrado. Su mayor acierto sea probablemente el escudo, con un interesante rediseño (más «alienígena») y unas dimensiones correctas. ¡¡Qué diferencia con la tristísima chapita que lucía Brandon Routh en Superman Returns!!

No, el problema del traje no es su diseño, sino algo que se extiende a toda película: la paleta de colores. Existe cierto sector del público y de los creadores que piensan que los trajes de los superhéroes son demasiado chillones para la vida real, quizá sin darse cuenta de que el traje es una parte importantísima de la identidad de estos personajes, y que las historias que protagonizan tienen casi siempre un grado de fantasía que debe abrazarse sin complejos, o bien ignorar el género por completo. Además, se ha extendido en los últimos años cierto gusto por las películas con fotografía oscura, entre directores y técnicos a los que el rico color que perciben nuestros ojos quizá les parece demasido sobrecargado. Incluso directores como Spielberg, que trabajó nada menos que con Douglas Slocombe, nos han castigado con títulos de este estilo (Minority Report), y es la elección habitual de Chris Nolan. Man of Steel se ha convertido en una víctima del mismo, y lamentablemente es una película con tonos apagados.

Ya en Superman Returns, el bruto de Synger dejó claro que no quería saber nada de un Supermán de colores vivos, y por desgracia Nolan-Snyder lo han copiado en este punto. Pero miren, esto es muy fácil: Supermán es rojo, azul y amarillo. Si alguien hiciera una película siguiendo estrictamente la estética del genial Alex Ross, no creo que nadie se quejara en todo el planeta. Lo que no sirven para este personaje son los granates ni los azules difusos, y si les da vergüenza hacer una película sobre alguien vestido así, que no la hagan. Incluso el Supermán animado de los hermanos Fleischer, que era muy sobrio, tenía unos contrastes de color más marcados. Esto es algo que percibe muy fácilmente cualquier ojo profano, como prueba sobradamente que varias imágenes no oficiales de la productora hayan sido retocadas en mayor o menor medida para recuperar las tonalidades clásicas. Así, una película que no está mal rodada en absoluto, con buenos encuadres, diseños y escenas de acción, queda deslucida por esta errónea elección visual, tan poco justificada. Sinceramente, estoy deseando que algún fan haga su propia versión con el color corregido, de las que se ven en internet de vez en cuando. Las imágenes que incluyo bajo estas líneas ilustran suficientemente lo que explico.

MAN OF STEEL

color bueno
Atención a la diferencia entre la paleta original y la corregida de la imagen de abajo. La mejora es escandalosa.

 gizmodo
Algunos fabricantes también han optado por producir figuras con colores mucho más acertados.

Otras cosas que funcionan en Man of Steel

Henry Cavill. Para mí no es un Supermán bueno ni regular: es perfecto. Fuerte e imponente, pero también elegante y educado. Con un tren superior espectacular, y sin la apariencia adolescente de Routh. Interpreta al personaje con confianza y pese a ser británico no tiene problemas con el acento americano. Salvo sorpresa, será una de las estrellas de referencia de los próximos años. Además, ya tiene un nombre como actor, por lo que evitará fácilmente el encasillamiento de Reeve.

El resto del reparto. Zack Snyder sabe escoger a sus actores, y en este título tampoco ha fallado. Todos los intérpretes encajan físicamente con su personaje y realizan un trabajo notable. Crowe, Costner, Shannon… todos funcionan. Para entendernos, esta película no tiene una Maggie Gyllenhaal que te saque de la historia.  Se han producido algunos cambios de raza/sexo respecto a los personajes de los cómics -algo muy en boga en las adaptaciones actuales-, pero sin mayor trascendencia; no creo que a nadie le desagrade el Perry White de Lawrence Fishburne. Como curiosidad, Jane, la chica que se queda atrapada en los escombros, se apellida Olsen, y es una versión femenina de Jimmy, el famoso «mejor amigo de Supermán». Otra curiosidad: los fans de Battlestar Galactica sonreirán al ver a dos de sus principales actores, Tahmoh Penikett y Alessandro Juliani (Halo y Gaeta) en pequeños papeles, y apareciendo con pocos instantes de diferencia.

Hablando de secundarios, resulta francamente interesante el tratamiento que se da a Jonathan Kent, quien recomienda a su hijo una actitud estoica ante el reto que le plantea su origen. La frase «fuiste enviado aquí por una razón» es un magnífico guiño a la versión de Donner. La escena de su sacrificio, que  algunos encuentran absurda , a mí me parece muy acertada.  Como mencioné antes, Amy Adams es una excelente Lois Lane, con el único problema de que a sus 39 años puede perder algo de frescura física en las secuelas. Pero quien merece una mención especial es Diane Lane, cuya Martha Kent brilla esplendorosamente. No es sólo que la actriz sea bellísima en su madurez, sino que sabe sacar todo el partido a un personaje muy bien escrito, dándole una particular mezcla de llana sabiduría y ternura.

Zod. En esta versión, el General es tres de las cosas que más odia y teme la actual sociedad occidental: un racista, un supremacista y un señor de la guerra, lo que sin duda lo convierte en un excelente villano. Es un enorme acierto la forma en que lleva a Supermán hasta sus límites morales, obligándolo a matar. Aunque muchos se han escandalizado, este elemento argumental hace a la película mucho más sincera: Supermán es básicamente un guerrero, y cualquier guerrero debe a veces tomar una vida para salvar otras. Si esto le pasa a un policía o a un soldado, ¿por qué no habría de ocurrirle a él? Por cierto, para desinformados: en los cómics de la Golden Age, Supermán mataba con cierta asiduidad a los villanos, y sin darle excesiva importancia (si bien solía ser accidental).

La interacción de Supermán con los seres humanos: Se introduce con inteligencia el tema de la difícil adaptación del superdotado niño Kal-El a las condiciones de la Tierra. El sentimiento de aislamiento y falta de identidad del personaje es patente hasta el momento en que logra descubrir sus raíces. Otro elemento argumental habilísimo es la forma en que el gobierno y la milicia estadounidenses colaboran eficazmente con Supermán. A diferencia de casi todas las versiones comiqueras, donde los humanos se dedican a ser testigos impotentes en las batallas superheroicas, aquí logran prestar una ayuda importante en la lucha contra la invasión. Al fin y al cabo, resultaba bastante absurdo que todo el armamento de una potencia como los EEUU no le hiciera más que cosquillas a un ser humano, por muy «súper» que fuese. Esto enriquece mucho el argumento, y permite no centrar todo en el héroe que salva el día. Incluso personajes bastante menores encuentran algo que hacer.

Otras cosas que no funcionan en Man of Steel

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Tratamiento de los poderes. La verdad es que eché de menos una explicación más sofisticada de los superpoderes de Kal-El: las diferencias gravitatorias, atmosféricas y de radiación solar de ningún modo justifican ese tipo de atributos. Es cierto que se trata de la explicación canónica, y en realidad un punto algo secundario del argumento, pero podrían haberse explicado por medios más plausibles como la alteración genética o la nanotecnología. Lo que realmente me preocupa es el nivel de poder del personaje, un tanto excesivo. Durante la Golden Age, sus habilidades eran mucho más modestas, como bien nos recuerda la célebre entradilla del serial radiofónico y los cortos de Fleischer: «Más rápido que una bala; más potente que una locomotora; capaz de saltar un edificio con un solo salto» (ni siquiera podía volar). Con el tiempo, el héroe llegó a alcanzar un poder desproporcionado, que lo limita gravemente como personaje, pues reduce los retos a los que debe enfrentarse y lo deshumaniza. Supermán no necesita ser un semidiós, capaz de cosas tan absurdas como desviar un meteorito con las manos; lo único que necesita para mantener la esencia de su mito es el vuelo, el traje y una fuerza superior a lo normal.

Cierto que el Supermán de Man of Steel tampoco la versión más poderosa que se ha visto, y de hecho el armamento pesado le afecta, pero no me parece necesario que pueda destruir la cima de una montaña simplemente por un mal aterrizaje. Tampoco el hecho de que nadie pueda estar cerca de él cuando despega, debido al estampido sónico que produce. Sí, es un efecto chulo, pero al mismo tiempo la mejor muestra de que un excesivo poder aísla. ¡Qué diferencia con la amable encarnación de Reeve, tan dada a interactuar con la gente! En esta película, Supermán se enfrenta a tecnología kryptoniana (curioso que haya acabado luchando con una especie de araña, como pretendía el productor Jon Peters hace más de una década), y eso ha valido para justificar su fuerza, pero habrá que ver qué desafíos le plantean los nuevos guiones (en esta película aparecen unos camiones con el logo de Lexcorp, indudable indicio de la presencia de Lex Luthor en el próximo capítulo). Pero sea Supermán más o menos poderoso, lo que más deseo para las secuelas es que se evite la trampa argumental de los supervillanos y se plantee seriamente su papel de superhombre viviendo entre humanos. ¿Limitará su acción a Metrópolis, será una especie de justiciero global? ¿Entrará en política, en guerras, o se mantendrá neutral pese a tener el poder de cambiar las cosas? Las intenciones de Goyer parecen ir por ahí, y eso me congratula.

La música. Era muy fácil adivinar que Hans Zimmer no alcanzaría el nivel de John Williams. Pero no se le exigía eso, sino simplemente crear una banda sonora de calidad y lo suficientemente memorable. El resultado final no es despreciable, y acompaña a la película de forma bastante correcta, pero se queda demasiado lejos de lo que debería ser. Una cosa es esperar que el alemán cree un tema emocionante (pedir peras al olmo) y otra conformarse un leit motiv formado prácticamente por cuatro notas. Estamos en una película de género épico, hace falta que la música arrastre al espectador, que enriquezca y remarque los momentos más importantes. El trabajo de Zimmer no lo logra en casi ningún momento. Su partitura, sin ser tan machacona como la letanía musical de la trilogía de Batman, es insuficiente. Un buen ejemplo de lo que habría funcionado en Man of Steel es el trabajo de Patrick Doyle en Thor, muy acorde con las modas actuales sin renunciar por ello a una maravilla de tema central.

Falta de momentos memorables. Si bien la película mantiene siempre un buen tono, le faltan esos momentos que se quedan se grabados por su especial carga de asombro, impacto o emoción. Era algo que abundaba en la versión de Donner, llena de magníficas viñetas (la Fortaleza de la Soledad, la escena del helicóptero, el collar de krytonita, el salvamento del tren). Sin embargo, con Man of Steel me costaría decir «éste era un momentazo de la peli». Podría citarse el primer vuelo, pero no llega a convencerme del todo. Quizá también la inquietante imaginería de la pesadilla de Supermán mietras está prisionero. Pero el tono serio de la película parece siempre ejercer cierto lastre, e incluso se evita la palabra «Supermán», que es sólo pronunciada tres veces, si no recuerdo mal. Algo que me pareció totalmente incomprensible es la precipitado escena del viaje hasta la Tierra, que apenas dura unos segundos. Entiendo que Snyder hace películas de ritmo rápido, y que no cabía esperar una secuencia tan larga como la de la versión de Donner, pero ese momento con la nave recién salida de Krypton pedía a gritos ser más largo, ofrecernos unos instantes de quietud en el espacio y transmitir la enorme distancia existente entre los dos mundos. Esto sorprende más teniendo en cuenta que en la película no faltan precisamente escenas pausadas, sobre todo durante los flashbacks.

Fallos lógicos. Los hay en toda película, aunque los de ésta son poco importantes. Uno de ellos es que Lois Lane carezca al principio de pruebas para demostrar la existencia de Supermán, cuando lleva una en su propio cuerpo: la herida que el kryptoniano cauterizó con su visión calorífica. Tampoco queda nada claro el sistema que usa Jor-El para manifestarse post-mortem. Vemos que la tecnología kryptoniana de proyección de imágenes consiste en un plasma grisáceo, mientras que el Jor-El sintético -una especie de inteligencia artificial- se ve de forma perfectamente nítida, y sólo por las personas él escoge. Todo apunta a que se proyecta directamente en la mente de quien que lo ve, ¿pero eso no haría obsoleto la proyección mediante plasma? Y teniendo ese poder de inviadir mentes, ¿por qué no lo aprovecha Jor El para confundir a los kryptonianos le toca enfrentarse con ellos?

Conclusiones

Primero , mencionar que pude disfrutar la película en versión original en los cines Kinépolis, con una proyección impecable. El Man of Steel de Zack Snyder tiene toda una serie de aciertos, pero no consigue entender por completo la esencia del personaje y el mito. La mejor noticia es que deja una muy buena base para continuar la historia, con suerte corrigiendo los fallos que aquejan a esta primera entrega. Las dos prioridades absolutas han de ser devolver a Supermán sus rojos y azules genuinos, y contratar a un compositor con algo de alegría por la vida, que le regale al héroe un tema a su altura. Aparte de esto, Nolan debe salir de la ecuación (parece que por suerte ya ha renunciado).

Supermán se ha puesto de moda, vemos camisetas suyas por todas partes, y es comprensible: el mundo atraviesa una crisis general y se ha cansado del cinismo y de los héroes oscuros, necesita la esperanza y la autosuperación que representa Supermán. Pese a sus fallos, este título se hizo con esmero y calma -la posproducción duró un año completo-, y aplicando la misma política para la secuela quizá podamos ver, finalmente, la película que merece el mayor mito de la cultura popular mundial.
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